La madre que vio a su hijo morir
Olga Iris Gonzalez Viruet vio a su hijo nacer y tambien lo vio morir.
Cuando tenia ocho semanas de embarazo, el medico le dijo que no se escuchaban los latidos de la criatura. Si en una semana despues eso no cambiaba, tendria que removersela mediante un raspe.
Esa no es una buena noticia para nadie. Pero menos lo fue para Olga Iris. Ella y su entonces esposo tenian problemas de fertilidad. Llevaban ambos tres años sometidos a tratamientos para poder procrear.
“Yo, de jovencita, siempre decia que no queria tener hijos. Ya cuando me caso y formo un hogar esa perspectiva cambia, esa forma de pensar. Si, queria tener un bebe, una familia, ser mama. Queria poder conocer lo que era esta experiencia”, cuenta Olga Iris, de 49 años, entrevistada en una mañana reciente en la plaza publica de Arecibo, su pueblo natal.
Enfrentada a la posibilidad de que la vida que con tanta ilusion llevaba en su vientre se malograra antes de desarrollarse, Olga Iris recurrio a su fe. “Yo empece a orarle a papa Dios. Yo le decia señor, si me lo pusiste, no te lo lleves. Permiteme tenerlo y disfrutar de el”, recuerda. Una semana despues, el corazon comenzo a dejarse oir.
El niño nacio el 19 de septiembre de 1995. Se le llamo Ramon Francisco, igual que el padre. Para su familia fue “Junito”. Nacio por cesarea, tras 20 horas de parto. Peso 7 libras con seis onzas y media, y midio 22 pulgadas. A pesar de la dificultad del alumbramiento, fue lo que en buen puertorriqueño se conoce como un niño “grande y colorao”.
“Yo decia: ‘ahora ya entiendo porque la gente dice que mucho sufren las madres cuando son primerizas’”, cuenta Olga Iris.
Hubo en el camino algunas dificultades. “Situaciones como tiene toda familia”, dice la mujer, quien esta en las etapas finales de concluir un doctorado en sicologia clinica.
Olga Iris y su esposo se divorciaron cuando Ramon Francisco tenia seis años y su hermana menor, Nomaris, tres. El muchacho, dijo la madre, “dio trabajo, era rebelde”. Fue diagnosticado con deficit de atencion. Los problemas lo llevaron a que pasara seis años de su adolescencia y temprana adultez separado de la madre, viviendo con su padre. Abandono la universidad mas de una vez.
Parecia que no tenia rumbo en la vida hasta que, sin que la familia sepa exactamente como, encontro su vocacion donde menos lo imaginaban quienes lo conocian: en la mecanica automotriz. “Cuando el estudio mecanica, nos sorprendimos porque deciamos: ‘es que no lo vemos haciendo mecanica, con las manos engrasadas’. No le gustaba ni cambiarle el aceite y filtro al carro de nuestra casa”, cuenta Olga Iris.
La vida soñada
Las cosas empezaron a caer en su sitio.
Hace dos años, Ramon Francisco volvio a vivir con su mama. Recien habia obtenido su licencia de mecanico. Tenia empleo como asistente del gerente de una estacion de gasolina en la que ejercia como mecanico. Buscaba junto a un amigo un terreno donde montar su propio taller. Olga Iris queria ayudarlo a comprar el lote con la idea de establecer en el mismo terreno su oficina de sicologa.
Fueron de los mejores dias. Pasadas las turbulencias, la vida mostraba mejor semblante. “Éramos la familia que siempre yo quise tener. Nosotros tres juntos”, recuerda.
Duro poco. Llego el COVID-19. Y lo destruyo todo con furia de dragon.
En julio, Olga Iris, consiguio un nuevo empleo como oficial de hipotecas en un banco. Empezo el jueves, 9 de julio. El lunes 13, fue su primer dia presencial. El jueves 23, presento el primer sintoma: tos. El sabado 25, el segundo: fiebre. El domingo, la fiebre era mas intensa. La sospecha, que desde el primer instante se inserto en la mente como un dardo, se confirmo al par de dias: COVID-19.
Es muy dificil establecer con total precision donde y como alguien se contagia. Olga Iris dice tenerlo claro. “Entiendo que fue en mi trabajo. Yo no iba ningun otro lado, ni me relacionaba con nadie, ni mis hijos. Despues que yo entro a trabajar es que yo me enfermo”, dice.
Cuando ella fue hospitalizada, ya Ramon Francisco tenia sintomas que el mismo trataba de negarse. Tres dias despues estaba junto a ella en el hospital. Se vio alli, entonces, en el Doctors’ Center Hospital de Manati, el mas desgarrador de todos los dramas. Madre e hijo luchando contra la muerte dia a dia, noche a noche, el uno al lado del otro.
Los dos supieron desde el primer momento que Ramon Francisco estaba en alto riesgo. El COVID-19 lo agarro con el conteo en contra: es asmatico cronico desde los 19 dias de nacido, tenia sobrepeso y un estilo de vida mayormente sedentario.
“Todo el tiempo tuve eso en la mente”, dijo Olga Iris.
Ambos veian el celaje de la muerte pasarles, abrupto, cerca. Pero, no lo hablaban en voz alta. “Yo no se lo iba a decir a el y el no me lo iba a decir a mi”, cuenta Olga Iris.
Cuando ella, sedada, no podia valerse por si misma, el la velaba. Si ella se quejaba, el llamaba a las enfermeras. “Cuando yo estuve bien delicada, el estuvo conmigo y el pudo verlo. Él lo que decia ‘si a mami le pasa algo yo me muero’”, recuerda Olga Iris.
Cuando ella empezo a recuperarse, el siguio deteriorandose. Ante la mirada infinitamente adolorida de ella, el se apagaba como una vela que se extinguia. Cada dia hablaba menos y se quejaba mas. El protocolo del hospital es que ambas camas estan separadas por una cortina, aunque los pacientes, como en este caso, sean familia. Ella nunca permitio que cerraran la cortina. “Tenia miedo de que se lo llevaran del cuarto’”, dice.
En algun momento, el dejo de comer. Olga Iris se olvido otra vez del protocolo, se levanto como pudo de su cama y trato de alimentarlo como cuando el era un bebe. “Estaba bien debil y tenia mucho dolor en el cuerpo”, cuenta Olga.
Fue su ultima interaccion. Ese mismo dia se lo llevaron a intensivo, donde fue intubado. De sus ultimas palabras fueron “ay, ma”. “Lo unico que me decia era ‘ay, ma’. Él nunca me dijo, pero yo lo interpretaba como miedo”, cuenta Olga.
Al despedirse, el saco fuerzas de donde ya no tenia y apreto lo mas fuerte que pudo la mano de ella. “Cuando el se fue yo dije ‘no me importa el protocolo’. Lo bese, lo abrace, le dije lo mucho que lo amaba, que lo ibamos a esperar, que iba a estar bien, que no se preocupara por mi. Ya el sabia que yo estaba bien. Su mayor preocupacion era que a mi me pasara algo. Que se fuera tranquilo”, cuenta Olga.

Doloroso encuentro
Ella estuvo seis dias mas hospitalizada. Del hijo, solo le decian que estaba “estable”. Cuando fue dada de alta, pidio que le dejaran verlo en la unidad de intensivo. Tuvo asi una experiencia que no tiene ningun familiar de paciente de COVID-19, pues debido al caracter altamente contagioso de la enfermedad una vez atraviesan las puertas del hospital no se les vuelve a ver hasta que, vivos o muertos, salen.
Personal del hospital le pidio que estuviera preparada. Ramon Francisco llevaba seis dias intubado. Le advirtieron que estaba hinchado e irreconocible. Ella escucho y pidio a Dios “fuerza para ver lo que voy a ver”. El golpe fue duro.
“Cuando lo vi asi, yo empece a llorar. Llore, llore hasta que me canse”, recuerda Olga Iris. “Yo siempre mantuve la esperanza de que el iba a salir hasta que lo vi. Ya cuando me dieron de alta ya sabia que el no iba a salir de alli. Aunque nadie me lo dijo, yo lo supe”, afirma.
Dos dias despues, el 12 de agosto, poco despues de las 12:00 de la noche, Ramon Francisco fallecio. Esta entre las personas mas jovenes muertas de COVID-19 en Puerto Rico.
“Uno guarda la esperanza de que si otros han sobrevivido por que el no iba a sobrevivir, a pesar de que yo lo vi y que yo sabia mi corazon que eso no iba a pasar. Pero uno siempre tiene fe y le pide a Dios un milagro y que le de la oportunidad. Pero no”, cuenta Olga. “Yo dije: ‘señor, si te vas a llevar a uno de los dos, llevame a mi que ya yo vivi, yo ya yo hice lo que tenia que hacer. Él es un nene, dale la oportunidad a el para que el pueda alcanzar sus metas y sus sueños’. Pero no era a mi que me tocaba”, dice.
Antes de deslizarse hacia la inconsciencia del coma, Ramon Francisco le pidio que hablara, que tratara de evitar que otra gente cayera en las redes del COVID-19. “Hay tanta gente que no tiene conciencia de que esto es real, de que estamos sufriendo, de que esta tomando vidas inocentes. Hay que crear conciencia de que esto es real”, dice.
En una urna de cristal en su casa, Olga Iris guarda la camisa del uniforme del trabajo de mecanico licenciado que Ramon Francisco casi no llego a ejercer.
Junto a la camisa, estas palabras de su hijo, relacionadas a su licenciamiento como mecanico: “una meta personal que hace mucho queria cumplir. Gracias a Dios lo logre. Mucho esfuerzo y dedicacion para lograrlo. Espero que sea el comienzo de un cambio en mi vida, por mi bien y el de los mios, que siempre ha sido la meta final”.
El muchacho escribio ese mensaje el 23 de mayo. Olga Iris lo encontro en las notas de su celular despues de su fallecimiento.
Nunca llego a enviarlo.