Carlos López Otín: “La tristeza se ha convertido en un mal universal; ese es el naufragio mental actual”
Carlos López Otín lleva años estudiando las claves más profundas y más minúsculas de nuestra biología. No en vano, el catedrático ha recibido numerosos galardones, incluyendo el Premio este medio, y se ha convertido en el científico español más citado en su campo.
Tal vez en esas diminutas partículas encontró la fragilidad humana, el tema central de su nuevo ensayo La levedad de las libélulas (Paidós, 2024) en el que propone reformular nuestra idea de salud para abrazar esa vulnerabilidad. 20minutos tuvo el placer de reunirse con él en el centro madrileño para conversar sobre anisópteros, sobre la crisis de la salud mental y sobre el futuro de la salud en tiempos de inteligencia artificial.
En La levedad de las libélulas comienzas la narración en la Fuente Médici de París. ¿Por qué esa elección?La Fontaine Médicis es un lugar en el que encontré siempre una gran serenidad, tranquilidad, silencio y esperanza. La fuente y el Jardín de Luxemburgo están al lado de la Facultad de Medicina de la Sorbona, donde trabajo, y al ir a trabajar yo los atravesaba y me paraba a contemplarla.
En ese lugar tan pequeño (son 30 pasos de largo, ocho pasos o diez de ancho y dos palmos de agua) cabe el universo entero. Los árboles se bañan en el agua de la fuente, surgen sus reflejos; también el gigante Polifemo que está al fondo con Acis y Galatea, la gente que se asoma, las criaturas que aparecen por ahí, los patos los cisnes los pájaros, el ciclo de las estaciones, las hojas que caen… Y allí, un día de primavera se acercó una libélula, una línea recta que se paró a mirarme un instante y siguió su camino. En ese momento se encendió la magia de la creatividad, ese don del que hablé en la recepción de vuestro Premio este medio. Pensé en la fragilidad de esa leve libélula, en la mía y en la de todos.
¿Qué significa la libélula? ¿Qué nos dice sobre nuestra salud?Son seres muy antiguos, con una gran resiliencia. Tienen un ciclo muy largo desde que se depositan los huevos hasta que eclosionan, y sin embargo después sólo tienen dos meses para completar su vida entera. También tienen una mirada elevada, una vista panorámica que les permite vislumbrar todo; la sensación que tengo es que son seres con muchos dones, que los utilizan para sobrevivir y cumplir sus deseos en muy poco tiempo.
Nosotros también somos así. Frágiles, con muchos dones: hemos unido la evolución cultural a la biológica. Vivimos mucho, pero seguimos siendo frágiles y vulnerables; vivimos en la dicotomía entre mucha fuerza y una fragilidad enorme que me hizo reflexionar sobre nuestra salud.
Precisamente las libélulas son particularmente vulnerables a la degradación de su hábitat.Así es. De hecho muy pocas veces he visto libélulas en la Fontaine Médicis.
Creo que refleja el diálogo del ser humano con su ambiente, el encuentro del planeta con el meteorito humano y la degradación que eso conlleva. Pero no es eso lo que me atrae de ellas. Es simplemente un ser armónico, geométrico, una línea recta de color azul iridiscente, o verde, o rojo que repente se convierte en nada, en silencio, como nosotros.
Otra cuestión que abordas pronto es la tristeza de los grandes genios. ¿Está reñido el talento con el bienestar mental?He conocido muchos casos y muy cercanos de escritores, pintores etc. que sucumbieron a la tristeza. Personas muy brillantes, muy inteligentes, que se cuestionan mucho el porqué de las cosas, de su vida y del entorno y de sus relacione y son más vulnerables.
Durante un tiempo pensé en escribir sobre ello desde el punto de vista de la genética, de los genomas, pero después me di cuenta de que ese era un pensamiento elitista porque en realidad si miras los números en el mundo hay más de 1.000 millones de seres humanos que tienen algún tipo de problema emocional. Ante esos números tan abrumadores, más del 10% de la población humana actual, me parece que no es momento de reflexionar sobre un segmento muy pequeño de gente que tiene muchos talentos. De hecho, lo realmente importante es que tras estos números tan grandes hay historias individuales de personas concretas, con su nombre propio y con familias que a menudo no saben cómo ayudarlos.
Hoy en día es uno de los principales problemas de salud pública.Eso es. La tristeza es universal y ese me parece que es un mensaje fundamental del libro. Va mucho más allá de personas con gran formación intelectual. Se ha convertido en una epidemia de soledad y de ansiedad, tiene que haber algo mucho más general que unas variantes genéticas que predisponen al talento o a la tristeza; este algo más es el componente social, la influencia del entorno, el resto de los humanos con los que nos relacionamos cada día, eso nos afecta a todos. Luego, es posible que haya algunos componentes que predisponen a ello en sectores muy concretos con talentos muy específicos, pero lo que a mí me importa es que seamos conscientes de que es un problema universal general.
“Vivimos una epidemia de soledad y de ansiedad; la tristeza es un problema universal y general”
Pero sí que invocas a figuras brillantes para que guíen la narración del libro.Sí. Leonardo da Vinci es mi guía durante el viaje al centro de la salud, Además, recorro exposiciones de tres grandes genios de la pintura: Mark Rothko, Nicolás de Staël y Vincent Van Gogh. A los tres les une que se suicidaron, pusieron fin a su vida antes de tiempo. Los tres tenían un colosal talento, pero fueron incapaces de adaptarse al mundo que les rodeaba por uno u otro motivo; esa es la clave de uno de los determinantes fundamentales de nuestra salud, la adaptación psicosocial.
Lo que tiene ese término de interesante es que no sólo mira al entorno, sino también hacia dentro, lo que sentimos. Si no estamos bien adaptados a lo que nos rodea y a nuestras propias emociones internas, nuestra salud entra en declive. En la segunda parte del libro, Metáfora y verdad, hablo de esto; en realidad, la verdad son los números del naufragio mental actual
Precisamente llama la atención que en lugar de centrarte en el legado de médicos y biólogos hablas de artistas, filósofos escritores… ¿Hemos ignorado lo que estas disciplinas nos enseñan sobre la salud y el bienestar?Es que hace ya mucho que entendí que la búsqueda del conocimiento es global. La separación en disciplinas deriva de nuestra ignorancia o de nuestra insuficiencia y entonces tendemos a parcelarlo todo. En la biología y en la medicina se siguió el principio reduccionista, del todo, el organismo completo, a las partes constituyentes. Mis grandes mentores me educaron en la búsqueda de las claves moleculares de la salud, de la vida y de las enfermedades.
Ahora, al final de mi tiempo académico me doy cuenta de que de que hay que hacer el viaje inverso. La vida es una propiedad emergente en la que el todo es más que la suma de las partes constituyentes. Es como en la poesía, por ejemplo, o en la literatura. Un libro es más que la suma de sus capítulos. Un poema es mucho más que la suma de los versos. Eso nos obliga a una nueva mirada, a la creación de nuevos marcos de pensamiento, a la búsqueda de estrategias integradoras.
¿Y cómo llegamos a eso desde una ciencia que tiende a la especificidad?Pues mi propuesta coincide con lo que hemos venido haciendo en el laboratorio en los últimos años. Después de descifrar miles de genomas de pacientes con cáncer, después de definir las causas de enfermedades hereditarias, después de todo esto que es reducción absoluta pero que no es suficiente. Buscar estas visiones integradoras de la salud o del envejecimiento es muy difícil porque no vale solo con hablar de medicina y de biología. Hay que hablar de literatura, de arte y de economía; hay que hablar de sociología y de filosofía porque una sola disciplina no puede explicar un problema tan complejo como la vida o como la salud.
Para mí la clave fue entender que cuando uno se pregunta qué es la salud lo que entiende es que es la ausencia de enfermedad, ¿no? Es lo que asumimos todos. Pero esa perspectiva en negativo no puede ser una forma de definir lo mejor que tenemos. Si la salud es el deseo fundamental al que aspiramos, tiene que ser algo más que la mera ausencia de enfermedad, sino un estado adicional de bienestar. Y explicar ese estado implica ampliar la perspectiva, recurrir a otras disciplinas para paliar las insuficiencias que tiene cada una de ellas.
En el libro, en cierto sentido, propones mirar a la medicina de tiempos pasados.Una medicina de la salud necesita estrategias nuevas, y por eso propongo avanzar hacia modelos clásicos pero ahora dotados de un sustrato molecular y funcional. La preocupación por la salud es antiquísima, y ahora tenemos la fortuna de haber desarrollado tecnologías muy importantes que nos están llevando muy lejos en el conocimiento y en las posibilidades de entender. Por eso en el libro traigo al presente personajes históricos que pasan a ser protagonistas para ayudarnos a poner en orden nuestro pensamiento; en París me era fácil imaginar que compartía el tiempo y el espacio con ellos, porque muchos vivieron y trabajaron allí.
¿Cómo nos replanteamos la salud mental?Históricamente ha existido un cierto desdén, se ha visto como problemas de personas débiles que no saben responder ante la adversidad de la vida. Sin embargo, problemas que a nosotros nos parecen livianos a otros les resultan un Everest cuya cima es imposible alcanzar.
Cuando pasa esto, cuando una persona responde con una ‘solución’ tan definitiva como es el suicidio, no puedes achacar a los pacientes que son débiles y que no entienden el mundo. No cuando son 1.000 millones de personas en el mundo las que sufren o sufrimos esta inadaptación emocional o social.
Tenemos que encontrar nuevas formas de ayudar a la sociedad en su conjunto a que el equilibrio reaparezca, y por eso tenemos que redefinir qué es la salud.
“Si la salud es el deseo fundamental, tiene que ser algo más que la ausencia de enfermedad, un estado adicional de bienestar”
Entonces, ¿Qué es la salud?La salud es el silencio del cuerpo. Sentir que no tenemos ningún ruido que nos perturbe. También es la armonía y el equilibrio: es la homeostasis, la estrategia que sigue el cuerpo para construir, proteger y reparar aquello que se está dañando. También es la equidad social; sin ella, la salud se desmorona.
Leonardo Da Vinci dice al final del libro que hay que avanzar en una adicción, la adicción social a la salud. Hay que progresar en la consideración de que la salud es la cultura de la vida. En entender que hay una forma de cultura más allá de leer libros o ver películas y ser muy ilustrados: la de responsabilizarnos de nuestra propia vida en la medida de lo posible.
A lo largo de muchos años de investigación oncológica, aprendí que prevenir es vivir. Tal vez funcione lo mismo para la salud. Lo más incomprensible de la salud es que puede llegar a ser comprensible y mejorable.
En La levedad de las libélulas recurres a tu bagaje en biología molecular para explicar esta salud más amplia y holísticaEs que no podemos distinguir entre salud somática y mental porque son dos partes indisociables de la ecuación de la vida. En el laboratorio hemos estudiado esas claves moleculares y celulares, que se resumen en que todo ocurra en su lugar, a su debido tiempo y que haya mecanismos para controlar, organizar y reparar. Esas mismas rutas son las que se alteran cuando uno analiza los daños que sufre nuestro organismo cuando está sumido en un naufragio emocional.
Un ejemplo muy claro es que cuando existe una perturbación emocional primero aparece ansiedad y estrés, y luego obesidad, daños cardiovasculares y daños neurológicos. El viejo aforismo de Juvenal, mens sana in corpore sano, es incompleto porque también debemos decir corpore sano in mens sano.
Al principio hablábamos de que somos frágiles como libélulas. ¿Cómo podemos conciliar nuestra vulnerabilidad con este nuevo concepto de salud?Hay varias soluciones. Una muy visual es conversar con Julio Cortázar, un gran observador del mundo y una persona muy comprometida socialmente que escribió un libro transformador, Rayuela.
Es un libro que nos enseñó a leer de una forma distinta, en el que puedes empezar en la mitad de la página en un capítulo y construir tu propia historia. Nos enseñó a leer haciéndonos a nosotros mismos responsables de nuestra lectura y nuestra interpretación del libro.
Eso me hizo pensar que podíamos dibujar una rayuela de la salud con nueve componentes: las claves moleculares que te decía resumidas en tres (1: Que todo ocurra en su lugar 2: cuando tiene que ocurrir y 3: que haya mecanismos de control) y los factores que nos hablan de nuestro diálogo con el ambiente; (4) nuestra nutrición, (5) el ejercicio físico, (6) el sueño y los relojes biológicos, (7) la toxicidad y (8) el estrés. Por último, nos falta (9) la adaptación psicosocial. Con estos elementos ya podemos dibujar nuestra rayuela de la salud y ver donde fallamos y dónde mejorar
Julio Cortázar, por cierto, perdió la salud probablemente por un diálogo con el entorno muy perjudicial; a pesar de ello, tuvo una vida muy activa y muy rica.
Estamos ampliando el concepto de salud socialmente, por ejemplo poniendo el foco cada vez más en la salud mental, pero quizás muchas veces desde una perspectiva muy medicalizada.Antes los problemas de salud mental estaban muy estigmatizados. Ahora al menos tenemos formas terapéuticas de aproximarnos, pero no vale sólo con eso. Necesitamos un enfoque más global, tenemos que encontrar una forma de reconsiderar un poco nuestro lugar en el mundo.
¿Y cómo cambiar de paradigma?Sólo hay una estrategia posible: avanzar en la educación. Una educación para aceptar nuestra imperfección, para darnos cuenta de que somos vulnerables y frágiles como las libélulas.
Nuestro diálogo con la naturaleza sigue siendo absolutamente arrogante, nuestra especie tiene todavía una falta de humildad extraordinaria. Y en este contexto, la única forma de responder es con empatía y altruismo. La solidaridad es una de las cumbres de nuestra humanidad.
George Orwell decía que lo importante no es sobrevivir, es seguir siendo humanos. Estamos en un tiempo en el que se anuncia una nueva revolución que lo va a transformar todo, la de la inteligencia artificial, y esto exige una reflexión por las implicaciones que tiene para la salud mundial de la población.
¿La inteligencia artificial va a cambiar el futuro de nuestra especie?Nuestro futuro sigue siendo del Homo sapiens. Mientras haya un componente mínimo de materia biológica en nuestro organismo seguiremos necesitando emociones.
El sueño de un robot probablemente será mejorar su algoritmo. El sueño de un ser humano es querer y sentirnos queridos. Mi propuesta es que mientras seguimos enseñando a las máquinas, no podemos olvidarnos de seguir educando a las personas.
Referencias
Carlos López Otín. La levedad de las libélulas. Paidós (2024). ISBN: 9788449343124.
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