Han pasado casi 16 años, pero José Durán, vecino de El Prat de Llobregat (Barcelona), lo recuerda como si fuera ayer. “Era un día normal. Cogí a mi hijo, le hice un bocadillo de jamón dulce y lo llevé a un entrenamiento del Club Esportiu L’Hospitalet. Era de noche, yo estaba en las gradas con los padres del resto de chicos y vi cómo el mío se desplomaba después de dar un pase.Salí corriendo junto a él, me caí varias veces antes de llegar a él”. El hijo se llamaba como él, José Durán, y aquel 7 de enero de 2009, cuando contaba con solo 15 años, sufrió una muerte súbita.
“Estábamos cerca del Hospital de Bellvitge, pero no vino ninguna de las ambulancias que estaban por allí cerca. Pensábamos que la sociedad estaría a la altura en un lugar tan transitado como aquel, pero no fue así. Vinieron hasta tres ambulancias y solo la tercera tenía desfibrilador, pero ya era demasiado tarde. Había pasado media hora. Tampoco había desfibriladores en el campo. Ni los entrenadores ni yo sabíamos hacer técnicas de reanimación. Se murió en mis brazos”, cuenta el padre. Aún se le quiebra la voz recordando aquella escena o al hablar de su hijo. En todos estos años ha tenido ganas de “morirse”, de “denunciar” ante un juez que los servicios de emergencias no funcionaron.
“Vinieron hasta tres ambulancias y solo la tercera tenía desfibrilador, pero ya era demasiado tarde. Había pasado media hora. Tampoco había desfibriladores en el campo. Ni los entrenadores ni yo sabíamos hacer técnicas de reanimación”
Pero la “rabia” y el “odio” se transformaron y Durán, de la mano de familiares y amigos, creó la Asociación Española Contra la Muerte Súbita José Durán #7, que lleva el nombre de su hijo y el número con el que él firmaba en clase. “Yo no quería dinero, sino que nadie más pasara por lo mismo que yo”, dice el padre. Esta entidad es hoy referente en España y cuenta con el apoyo de destacadas personalidades médicas y científicas de todo el país.
“Cuando le hicieron la autopsia, descubrieron que tenía una miocarditis, que es una infección del corazón que apenas da síntomas”
Además de crear congresos científicos (este viernes se celebra en el CaixaForum de Barcelona el IX Congreso Nacional Contra la Muerte Súbita), la asociación también recauda fondos para comprar desfibriladores. Durante años, José, que toda su vida trabajó en la obra y que ahora está prejubilado, recorrió pueblos de España para asegurarse de que hubiera uno en cada plaza. Pero su trabajo no se ciñe a España: esta asociación fue la que consiguió el primer desfibrilador que tuvo Cuba fuera del ámbito hospitalario.
José Durán, con su hijo, que se llamaba igual que él y que falleció de muerte súbita en 2009 jugando al fútbol. / Jordi Otix
Unas 96 personas mueren al día en España por muerte súbita (35.000 al año). Aunque la cardioprotección ha mejorado mucho en los últimos años, todavía queda un largo camino por recorrer: España solo tiene siete desfibriladores por 10.000 habitantes, cuando lo ideal son 45. Algo tan sencillo como esto hubiera salvado la vida de José hijo. “Cuando le hicieron la autopsia, descubrieron que tenía una miocarditis, que es una infección del corazón que apenas da síntomas”, relata el padre. “Ahora hay desfibriladores en más espacios públicos, pero en 2009 no había prácticamente en ningún centro deportivo, ni en colegios. Un desfibrilador cuesta 1.500 euros: no debería ser una barrera tan grande”, añade.
En 2009, apenas había desfibriladores en centros deportivos o colegios
Más cosas fallaron. “Mi hijo tenía 15 años y era deportista. Hacía fútbol y carreras de motocross. Cuando pasó todo, nos dimos cuenta de que nunca le habían hecho una revisión médica, nunca le hicieron un electro. Aquel día, cuando entrenaba, se encontraba un poco mal pero le dijeron que sería flato”, cuenta José, quien lamenta que tampoco el club estuviera “a la altura” en una situación así. “Si el chico está mareado o tiene dolor en el pecho, las personas de alrededor deben saber cómo actuar”, añade. La asociación también hizo carteles informativos avisando de que si una persona se encuentra con palpitaciones, dolor en el pecho o mareada, “lo mejor es parar”.
“Mi hijo tenía 15 años y era deportista. Cuando pasó todo, nos dimos cuenta de que nunca le habían hecho una revisión médica. Aquel día, cuando entrenaba, se encontraba un poco mal, pero le dijeron que sería flato”
Tampoco él, José padre, tenía formación en reanimación cardiovascular y no supo cómo socorrer al niño. Pide más: “Debe haber una asignatura sobre esto en las escuelas, como hacen los países nórdicos. En España, la supervivencia si tienes un paro cardíaco en la calle está entre un 5% y un 10%. Fuera del ámbito hospitalario estamos en la cola”. Según Durán, “la muerte súbita es la gran desconocida en España y es la que menos repercusión tiene”.
Mejoras lentas
Aun así, en los últimos 15 años ha habido mejoras a nivel cardiológico y en la patología forense (“son quienes descubren por qué ha muerto esa persona”). Todas estas voces científicas participa en el congreso de este viernes, al que también asisten familias. “La asociación me hizo ver que hay muchísimas familias que han perdido a chicos como mi José”, dice el padre. Aunque una experiencia como la suya no se supera “nunca” (“aprendes a vivir con esto, que es diferente”), se encuentra mejor que tiempo atrás. “Aún sigo tocado. La vida no es igual. Yo llevé a mi hijo a entrenar y dos horas después allí se me quedaba. No se lo deseo a nadie”.