Gina Claudio y Miguel Martinez: un amor de 28 años que solo el COVID-19 pudo separar
A Gina Claudio le basto una mirada para entender que su vida habia cambiado para siempre.
Era septiembre de 1992. Gina, de 27 años, profesional de la enfermeria, guapa, se daba unos tragos con una amiga en la barra del desaparecido Hotel Empress, en Isla Verde.
De momento, por el angulo de su vista cruzaron dos hombres, uno de ellos un fortachon de mas de seis pies de estatura y el pelo largo hasta los hombros.
Gina lo supo en el acto. “Lo dije desde el principio: ese hombre va a ser para mi”, conto la mujer, hoy de 55 años, en una entrevista reciente con este medio.
“Yo le digo a la amiga mia: ‘oh, my goodness! ¡Que hombre mas grande! ¡Que guapo!’ Era bien corpulento y tenia el pelo largo. Pasaron y yo: wao. Ellos tomaron y pasan nuevamente. Nos dicen: ‘buenas noches, señoritas’. Yo le digo a la amiga mia: ‘ese Tarzan esta terriblemente bueno’”.
Los hombres salieron del hotel y entraron a una panaderia. Gina y su amiga entraron tras ellos, con la idea de buscarles conversacion. Cuando las cosas estan de que pasen, pasan, sobre todo si se les da una ayudita. El encuentro se dio. La conversacion empezo en la panaderia y siguio en Lupis, un restaurante bar mexicano que todavia esta en la avenida Isla Verde. El Tarzan resulto ser Miguel A. Martinez Ortiz, quien le dijo esa noche a Gina que trabaja en una conocida firma de equipos electronicos.
Embelesados el uno en el otro, no vieron el tiempo pasar. Pajaros que les cantaron cerca les avisaron que un nuevo dia habia nacido.
Cuando volvieron a la realidad, eran las 6:00 de la mañana. Lupis habia cerrado y estaban en la acera. Recien se conocian, pero ya les empezaba a costar separarse. Se citaron un par de horas despues en la playa.
Instantaneamente, se volvieron inseparables. Apenas se conocieron, Miguel, que entonces tenia 28 años, necesito poner una carta sobre la mesa. Era divorciado y padre de un niño y una niña. Le dijo a Gina: “la mujer que vaya a estar a mi lado tiene que enamorarse de los niños antes que de mi”. A ella, su sinceridad se unio a todos los atributos que ya la traian de cabeza. “Eso era lo que yo estaba buscando en ese momento”, cuenta.
Dos semanas despues, vino la otra revelacion. Él no trabaja con ninguna marca de equipo electronico; era agente encubierto de la Policia. Ella en principio se molesto, pero rapido lo comprendio. Él no podia revelarse completo ante alguien a quien apenas conocia. En esa conversacion, ella dio una orden que el acato sin chistar. “Mudate conmigo”, le dijo.
Eso fue el 20 de septiembre de 1992. No se volvieron a separar por 28 años. Tuvieron un hijo que hoy tiene 25 años. Estuvieron juntos hasta que el 12 abril de este año se despidieron con un beso en la sala de emergencias del Hospital Auxilio Mutuo. Él habia sido diagnosticado con COVID-19.
Al despedirse en el Auxilio Mutuo, cuenta Gina, “lo abrace, le di un beso y le dije: ‘tranquilo, que estamos con Dios’. Pero el sabia que me iba a perder y yo sabia que iba a perder”.
Contagiado en el trabajo
Miguel trabajo por 28 años en la Policia. Mucho de su tiempo estuvo destacado en ICE, la agencia de control de fronteras del gobierno de Estados Unidos. Participo en importantes investigaciones de narcotrafico y lavado de dinero.
“A ese hombre, lo podian llamar en el momento en que fuera y el dejaba lo que iba a hacer por trabajar. Era un hombre que verdaderamente trabajaba para el pueblo”, recuerda Gina.
El 30 de marzo, en la sede de ICE en Guaynabo, Miguel saludo con un apreton de manos a un viejo compañero de trabajo y amigo. Ninguno de los dos tenia mascarilla y ninguno sabia en ese momento que el compañero ya tenia el coronavirus.
Unos dias despues, Miguel fue contactado por su supervisor, quien le indico que se hiciera la prueba porque el compañero era positivo.
En aquellos dias, Puerto Rico ensayaba todavia la respuesta al COVID-19. A Miguel se le suministro la prueba serologica, a la cual dio negativo, seguramente porque estaba recien contagiado y su cuerpo no habia desarrollado los anticuerpos que detecta la prueba serologica. Por su educacion como enfermera, Gina sabia que Miguel necesitaba una prueba molecular. Por medio de un amigo neumologo, logro hacersela. Pero el resultado tardo siete dias en llegar.
Miguel empezo a presentar sintomas entre cuatro y cinco dias despues del encuentro con su compañero, quien tambien estuvo en intensivo, pero sobrevivio. Fueron dias febriles. Miguel se deterioraba mas cada hora. Tuvo fiebre, diarreas y cansancio. No fue hasta el 12 de abril, cuando empezo a dificultarsele respirar, que Gina y el hijo mayor de Miguel, medico recien graduado, lo convencieron de que fuera al hospital.
Gina y Miguel no sabian vivir el uno sin el otro. Todas las mañanas, conversaban y oraban en el comedor de su casa, antes de irse cada uno a su trabajo. Habian desarrollado su propia geometria para poder dormir abrazados. Al Miguel ser aislado en el hospital, les toco aprender a la mala a estar separados.
Ella quedo desorientada. “Me quede horas en la sala de emergencia. Hasta que me botaron. La sala de emergencia estaba vacia, desolada. Es la primera vez que yo veo una sala de emergencia desolada por completo”, cuenta Gina.
Durante los primeros dias, el lograba comunicarse con ella dos veces al dia, por videollamada. Se contaban sus cosas y reian. Pero a ella le preocupaba que cada dia lo veia mas hinchado. El 20 de abril, el medico le dijo a Gina: “si no lo intubo, se me va”.
Ella le explico a Miguel la situacion. Él le dijo: “tengo miedo”. Ella trato de tranquilizarlo. “Yo le dije: tranquilo, que los angeles y papa Dios estan contigo. Yo estaba desbaratada por dentro”, dijo Gina.
Fue la ultima vez que hablaron. Cuatro eternidades de noches despues, a eso de la 1:30 de la madrugada del 24 de abril, Gina recibio la llamada. “Lamentablemente, murio”, le dijo un medico residente.
“Lo perdi sin poder agarrarle la mano, sin poder decirle al oido cuanto lo amaba, sin poder tocarlo, sin poder verle a los ojos. Eso es lo que la gente no entiende, como es que el COVID te arrebata a tu ser amado sin tu poder hacer acto de presencia y de amor ahi agarrandole la mano y decirle lucha o vete tranquilo. ¿Que tendran en la mente los pacientes de COVID al estar tan solos? ¿Mi familia me abandono? ¿Por que no vienen a verme?”, cuenta Gina.
El velorio familiar fue de media hora. Hubo, despues, una ceremonia especial de la Policia, remoto, en la que se le ascendio a Miguel postumamente a sargento.
La gobernadora Wanda Vazquez llamo a Gina para darle el pesame. Durante todo el proceso, a Gina la sostuvieron su fe cristiana, su familia y el recuerdo de Miguel. “Estara en mi corazon toda la vida. Ese ha sido el amor eterno mio. Lo mas grande que me habria podido pasar”, dice ella.
Desde la muerte, Gina tuvo problemas para dormir. Unos meses despues, antes de acostarse, oro. “Señor, dame sueño, dame sueño, dame sueño”, dijo. De momento, sintio que algo se sentaba y hundia la cama. “Lo unico que dije fue: Miguel, ¿estas ahi? Vamos a dormir”, cuenta. Durmio como no lo habia hecho en meses.