¿Cómo afecta la llegada de la primavera a la salud de tu piel?
La primavera es una estación complicada para las personas que tienen la piel sensible. Los cambios climatológicos, el aumento de las temperaturas, un mayor grado de humedad, una mayor exposición al sol y las alergias son un combinado peligroso para quien sufre algún tipo de afección en la piel.
Mientras que el invierno es una mala época para las personas que tienen la piel seca, la primavera perjudica en mayor medida a las pieles más grasas. El calor aumenta la secrección de grasa y la humedad agravará problemas cutáneos como el acné, ya que los poros están más dilatados.
Las alergias al polen también provocarán una mayor sensibilidad en la piel y empeorará problemas como la psoriasis, los eczemas, la sequedad, la picazón o las irritaciones cutáneas. En la medida de lo posible se debe evitar la exposición a los alérgenos. En primavera realizamos más actividades en la naturaleza y las sustancias que producen ciertas plantas pueden provocar reacciones alérgicas.
Además, después de todo el invierno la piel no está preparada para el sol y si no aplicamos la protección necesaria pueden aparecer quemaduras, rojeces y manchas. El uso de cremas fotoprotectoras es fundamental, sobre todo en primavera y verano, para que los rayos solares no incidan negativamente sobre la piel ante una mayor exposición al sol.
Si tomamos algún medicamento, también debemos consultar si es necesario tomar alguna medida respecto a la exposición al sol. Algunos de ellos pueden resultar dañinos.
Mantener la piel limpia e hidratada es esencial durante todo el año, pero más cuando se avecinan cambios climatológicos bruscos. Es importante limpiar la cara con agua micelar por la mañana y por la noche para que los poros no se obstruyan y utilizar una crema con un buen nivel de hidratación, sin perfumes ni alcohol, para evitar que se produzcan reacciones alérgicas. Además, cada persona deberá conocer muy bien su tipo de piel y sobre todo si tiene alguna afección diagnosticada, para utilizar los productos específicos.
Enfermedades dermatológicas que se complican en primavera
Psoriasis, dermatitis atópica, rosácea o acné son algunas de las enfermedades que pueden verse agravadas en la nueva estación.
– Psoriasis. Es una afección cutánea que provoca enrojecimiento, escamas plateadas e irritación de la piel. Puede venir provocada por infecciones, como amigdalitis estreptocócica o infecciones cutáneas; por un clima frío y seco; por lesiones en la piel como un corte o raspadura, una picadura de insecto o una quemadura grave por el sol.
La primavera puede ser beneficiosa y perjudicial a partes iguales para las personas que padecen psoriasis. La exposición a los rayos del sol provoca una disminución de la inflamación y de las placas de la psoriasis. Sin embargo, muchos afectados por esta enfermedad son muy sensibles a las alergias, como por ejemplo la del polen.
Esto puede provocar irritación en la piel, mayor rascado y como consecuencia las placas de psoriasis se hacen mayores. Hay que tener cuidado con la mayor presencia de insectos en primavera, ya que con sus picaduras pueden complicar los brotes de psoriasis.
– Dermatitis. La dermatitis atópica se debe a una alteración inmunológica, por lo que la barrera cutánea de las personas que la padecen está dañada. Es una inflamación de las capas superficiales de la piel que provoca picor, hinchazón y enrojecimiento continuos. Entre sus causas está el contacto con algún agente que irrita la piel o que provoca una reacción alérgica, por ejemplo, hiedras venenosas, perfumes, lociones y joyas que contienen níquel.
Durante la primavera, la presencia de alérgenos a consecuencia de la polinización empeora esta afección, ya que los alérgenos pueden traspasar esta barrera con mayor facilidad provocando brotes.
Por la mayor exposición al sol, también puede producirse una dermatitis solar, una reacción alérgica de la piel al contacto con los rayos ultravioleta. Enrojecimiento, ronchas, ampollas o descamación acompañadas de picor, ardor, dolor y, en algunos casos, fiebre, dolor de cabeza y vómitos.
– Acné. El acné es una enfermedad común de la piel que provoca espinillas. Los granos se forman cuando la grasa y las células muertas de la piel obstruyen y bloquean los folículos pilosos del vello que están debajo de la piel. Si el poro obstruido se infecta con bacterias, se forma una espinilla, que es una pequeña protuberancia roja con pus en la punta. Las espinillas suelen aparecer en el rostro, el cuello, la espalda, el pecho y los hombros.
Con la llegada del buen tiempo, muchos pacientes acuden al dermatólogo para que les recete un tratamiento para el acné, ya que este empeora. La subida de temperaturas y una mayor humedad en el ambiente hacen que sudemos más y, por tanto, los poros se obstruyen y esto hace que aparezcan nuevos granos. En este momento, la mascarilla tampoco ayuda a mejorar el acné.
– Rosácea. La rosácea es una afección inflamatoria crónica de la piel que causa enrojecimiento y vasos sanguíneos visibles en la cara. Además, puede producir pequeños bultos llenos de pus. Estos signos pueden durar semanas o meses y luego desaparecer por un tiempo. Puede confundirse con el acné o otros problemas de la piel.
Puede afectar a cualquier persona pero es más común en mujeres de mediana edad con piel clara. No tiene cura, pero sí un tratamiento para controlar y reducir sus signos y sus síntomas.
La primavera es la estación más complicada para las personas que la padecen debido a la mayor exposición al sol y al viento, a los cambios de temperatura y a las actividades al aire libre.
– Moluscos contagiosos. El molusco contagioso es una infección viral de la piel que produce protuberancias redondas, firmes e indoloras cuyo tamaño puede ser pequeño como la cabeza de un alfiler o más grande como la goma de borrar de un lápiz. Si la protuberancia se abre, la infección puede extenderse a la piel de alrededor.
Es una de las enfermedades dermatológicas más frecuentes en la infancia. Se contagia con mucha facilidad en niños con piel atópica o con un sistema inmunológico algo debilitado.
Con la llegada del buen tiempo, los niños pasan más horas al aire libre y se relacionan más con otros pequeños. Los moluscos se contagian por el contacto directo con otra persona o al tocar objetos que previamente han estado en contacto con una persona infectada. Las piscinas se convierten en un caldo de cultivo ideal para los moluscos al compartir los niños objetos como flotadores, manguitos, toallas o pelotas.