Plástico en los alimentos: los efectos en nuestra salud de cocinar en el microondas
Cuando valoramos si un alimento es seguro o saludable, tendemos a pensar en lo que contiene y no tanto en cómo está preparado o los diversos procesos a los que lo sometemos. Por ejemplo, en España son miles de personas las que cada día calientan su comida en el microondas de la oficina.
En sí mismo, el microondas no representa un problema; la cuestión se vuelve espinosa, por el contrario, cuando usamos recipientes (como tuppers, los propios envoltorios de los alimentos precocinados o aquellos que nos proporcionan al pedir comida para llevar) de plástico.
Plástico hasta en la sangre
Para empezar, existe evidencia (como atestigua un trabajo publicado en la revista especializada Environmental Science & Technology el año pasado) que ha encontrado que al calentar recipientes de plástico se liberan millones de trocitos de polímero sintético (sustancias artificiales compuestas por grandes moléculas, como el plástico), en cantidades mucho mayores a casi cualquier otro método de conserva o preparación.
Estos fragmentos (que se despiden por las tres formas en las que el microondas transforma los materiales: calor, radiación ultravioleta e hidrólisis) son de tamaño muy pequeño, microscópicos.
En principio, parece que los fragmentos de plástico ingeridos se excretan si son lo suficientemente grandes no obstante, cuando son más pequeños pueden absorberse a través de diferentes vías (en el caso de la digestiva, a través de la pared intestinal; también pueden ingresar en nuestro cuerpo, por ejemplo, por inhalación). En los últimos años, varias investigaciones han encontrado microplásticos en el torrente sanguíneo de las personas (así lo publica Environment International) o hasta en la placenta (según el mismo medio).
Una variedad de efectos tóxicos
Hasta el momento sabemos que los plásticos penetran hasta lo más profundo de nuestro organismo, pero la magnitud completa de los efectos que esto tiene para nuestra salud continúa siendo un misterio.
Se están llevando a cabo numerosos experimentos sobre esta cuestión, como refleja una revisión de la literatura publicada en la revista académica Environmental Health. Algunos de estos trabajos han concluido que la exposición a los microplásticos podría desencadenar varios efectos tóxicos diferentes en nuestro organismo, incluyendo estrés oxidativo, trastornos metabólicos, respuestas inmunes, neurotoxicidad, toxicidad reproductiva y toxicidad del desarrollo.
Similarmente, un artículo publicado en la revista científica Yonsei Medical Journal añade a esta lista otros como la carcinogenicidad o las alteraciones del metabolismo, si bien recuerda que el impacto concreto podría variar en función de factores como el tamaño, la forma, el tipo o la concentración de las partículas.
Plásticos por todas partes
En última instancia, para proteger nuestra salud la clave no está en dejar de usar el microondas (aunque sí que es recomendable dejar de calentar plásticos en este aparto) sino de reducir en lo posible la presencia de plásticos en nuestro entorno y, especialmente, en aquellos elementos que entran en contacto con los alimentos que consumimos.
Muchos países ya están poniendo en marcha políticas encaminadas a este fin (como por ejemplo la limitación legal al empleo de plásticos de un sólo uso, o el cobro de tasas adicionales por ello), no sólo por la preocupación que existe en torno al impacto que puedan tener para la salud humana sino también porque sabemos que dañan de manera muy importante el medio ambiente que habitamos.
Con todo, y sin dejar de lado la importancia de que se tomen estas políticas, otra parte importante de la prevención descansa sobre las decisiones individuales como consumidores. Así, la salud se convierte en un motivo más para cuidar lo que compramos y pensar en los efectos negativos que puede tener para nosotros mismos y para nuestro entorno.
Referencias
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