Vasectomias a cambio de tierra, experimento social en Colombia
En los años 80, el productor Erwin Goggel hizo un experimento social en Cordoba: al campesino que aceptara someterse a la vasectomia le ofrecia 3,5 hectareas de tierra para que tuviera donde sembrar y alimentar sus numerosas familias. Mas de 200 hombres fueron operados a lo largo de 30 años.
Ardia la tierra mientras Erwin Goggel grababa con su camara de video la quema hecha por los campesinos de Rio Cedro. Era 1984. Cuando ceso el fuego, ya con el verde evaporado, habia un grandisimo rastrojo sobre el que sembrarian pasto para vacas. Antes de que lo convirtieran en potrero compro el terreno. La mitad desembocaba frente al mar Caribe, la otra se encumbraba sobre las montañas de Cordoba. Iba a recuperar el bosque para tener su propia reserva forestal, asi que empleo a muchos hombres, jovencitos y pobres, con familias numerosas y sin tierra. Mientras los grababa requemados por el sol, velando viveros, regando arboles, se le ocurrio ofrecerles hectareas si se operaban para dejar de tener hijos. Esta es la historia de su experimento social.
Juan Carlos Vargas es asesor cientifico de Profamilia desde hace 26 años. Un dia, recuerda, aparecio un señor alto y delgado, ojos zarcos y algunas canas, que se identifico como Erwin. “Estaba interesado en saber que era la vasectomia. Le contamos que era un procedimiento para mayores de edad, en pleno uso de sus facultades mentales y que debian entender que era permanente y definitivo. Él queria hacer piezas informativas sobre la esterilizacion quirurgica, porque tenia un proyecto en Monteria y al contarnos nos puso un poco nerviosos”. Por esa epoca se realizaba apenas una vasectomia por cada diez ligaduras de trompas en Colombia.
Y ¿por que la vasectomia?, dijo Erwin. Esta en su casa de Sopo, a 45 minutos de Bogota. Él sentado en una amplia silla de madera rodeado de cojines blancos, unas buganvillas naranjas enredadas al respaldo. Detras, la pared de vidrio extiende la vista hacia el jardin. Él mismo se contesto, enfatizando con las manos que “ese cuento de donde come uno, comen cinco es mentira. Comeran yuca o tierra, pero no carne, huevos y leche. Alimentarse cuesta mucha plata. Todo el mundo lo sabe, pero a la hora de la verdad se hacen los locos. Por lo menos, la gente que mas hijos tiene es la mas pobre, la mas ignorante”.
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Para llegar a la vereda El Tigre, en el corregimiento de Rio Cedro, hay que viajar por carretera casi dos horas desde Monteria, a lo largo de una via bordeada por pastizales y ceibas. En la region lo llaman “El pueblo de los capados”. Los conocen como los “huevo muerto”, dicen que no se les para el cosito y que estan dañados. El primero que lidio con esa fama fue Gustavo Cantero, un muchacho que jornaleaba por $5.000 para sostener a su compañera y una bebe. A la pequeña le daba de comer colada de platano en agua. Para ellos compraba arroz, coco, manteca y los mataba el hambre. Él fue el primer “huevo muerto”, el primer capado.
El rostro de Gustavo, tostado y adolescente, aparece pronto en el documental que Erwin filmo: Una propuesta inedita, estrenado en 2013 despues de treinta años de grabaciones. Aparece feliz cortando madera para levantar su rancho en la mitad de las tres hectareas y media que recibio por operarse, en Monteria. La condicion era no vender ni arrendar, por eso no se otorgaron titulos de propiedad, y —a excepcion de los que siguieron— tener otro hijo por si la vida le arrebataba la niña. Al ver que la promesa se cumplia y asolados por la sequia que trajo el fenomeno de El Niño en 2002, quince hombres de la vereda El Tigre accedieron a la oferta hecha por el “cachaco loco”, como empezaron a llamar al cineasta.
Con volantes, conferencias y proyecciones sobre la vasectomia, termino por convencer a 55 familias mal contadas. Entre todas se repartieron mas de 180 hectareas de tierra. Una mañana, 16 años despues, una docena de ellos esta separando platano. Conservan sus parcelas oreadas por la brisa del mar. Wilmer Ávila sentado en una silla, a la sombra, se ufana de que no trabaja para nadie. Sus mejores cosechas le dejan $600.000; las peores, $200.000. Milson Polo dice que si no tuviera la finca estaria en los montes escondido con un fusil, pero ahora que tiene un cultivo hay quincenas de hasta $1’200.000, y que vive feliz. Pero Jose Antonio Diaz refunfuña mientras, a su lado, los otros guardan silencio. Cuenta que la tierra sola no da plata, sus bracitos se cansan del machete, pues no es un animal. “Plata tienen otras personas que se han beneficiado con la pelicula y los documentales que se han hecho y yo que cuento la historia no salgo beneficiado en nada, ni siquiera un confite”. Sin embargo, ninguno de ellos se arrepiente.
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Elena Posada —a quien le dicen la Mona— arribo al corregimiento de Rio Cedro hace 36 años. En la bahia de Playa Larga fundo su reserva y un ecohotel frente al mar. Por ser amiga, desde el inicio vivio de cerca este experimento social. Recuerda que “al principio Erwin si tenia una obsesion como de pelicula. Él queria un fenomeno de pelicula, porque vos sabes que el es productor de cine. Él queria vasectomizar a todo el que se le atravesara. Tanto que la gente le decia: ‘¡Uy, ya llego la vasectomania!’”.
Para ella esos primeros años fueron muy lindos, porque Erwin organizo a los hombres en una cooperativa. Hicieron represas en las que criaron peces, pulieron caminos y cercaron huertas de las que brotaron matas de tomate, habichuela y berenjena. Se instalo un rancho con telares donde 35 mujeres aprendieron a urdir ponchos, cobijas y unas hamacas que vendieron por US$100. Registraban horas de trabajo comunitario y llevaban a cabo reuniones de convivencia. “Imaginate la alegria de esta gente que no tenia tierra”, dijo la Mona. “Eso era un poema salir por esa cooperativa”.
En su memoria se asoma el recuerdo de los funcionarios de la Fiscalia preguntandole a Erwin de donde sacaba la plata para hacer todo eso. Para entonces el paramilitarismo gobernaba la zona. “Él les dijo que quienes eran ellos para preguntarle, que esto era un desorden de pais muy grande y que el estaba poniendo orden”. A sus ojos, Erwin tambien estaba demostrando que para los hombres es mas sencillo esterilizarse, aunque la gente pegue el grito en el cielo. Pero su admiracion por el proyecto, “como esa reforma agraria voluntaria tan bonita”, no la detienen para reconocer que si hubo ciertas equivocaciones. “Cuando se da todo regalado a veces no se aprecia tanto”.
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Cuando Erwin Goggel estaba pequeño, sus padres recogian huerfanos en la calle. Los llevaban a su casa, en Sopo, adonde llegaron huyendo de la Segunda Guerra Mundial, los sentaban a la mesa y los dejaban comer hasta que se les brotaban los ojos, hasta que no podian hablar. Crecio en ese entorno, rodeado por obreros y campesinos, por eso cree que en todas sus peliculas figuran los estratos mas bajos. Su produccion mas conocida, entre mas de veinte largometrajes, es La vendedora de rosas, dirigida por Victor Gaviria en 1998. Una foto del Festival de Cannes de ese año lo retrata con su sonrisa lineal posando junto al celebre elenco.
Al preguntarle como se definiria dijo que era un desocupado. “Un hombre que se quedo por fuera de los circuitos de produccion”. Cuando el nacio, en 1949, su padre habia hecho popular el queso parmesano entre los colombianos. Hoy Alpina es la segunda empresa mas grande del sector lacteo nacional. De alli saco los $30 millones que recibio cada familia en tierra ademas de ayudas economicas que el estima en otros $4 millones mas. No sabe exactamente cuanta gente se opero durante esos años y todavia las escrituras del terreno estan a su nombre. “Lo unico que paso fue que deje de pagar el predial… Que el Gobierno los saque a ver si puede”.
A fin de cuentas, esta seguro de que la experiencia no fue un fracaso, “el fracaso fue nuestro”. Porque la primera tierra que distribuyo era esteril y varias familias tuvieron que mudarse a otros terrenos, que fue adquiriendo con el tiempo. Luego se hizo a 214 hectareas en el municipio de Puerto Escondido, en la vereda Arroyo de Arena, con el fin de replicar el experimento. Esta vez, para no involucrarse tanto creo la Fundacion Tierra y Casa, con la que siguio operando. “Porque unas mujeres chifladas, casadas con estos hombres vasectomizados, no solo se acostaron con otros, sino que se acostaron con hombres no operados y tuvieron hijos”.
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Ricardo Gonzalez es el director de la Fundacion Tierra y Casa. El año pasado transporto a veinte mujeres hasta Profamilia, en Monteria, para que les ligaran las trompas. Pago $370.000 por cada cirugia y cubrio sus medicamentos. Antes de ellas, desde 2009 a 2013, 2.321 mujeres de los municipios de Puerto Escondido y Moñitos se operaron, accedieron a implantes anticonceptivos o citologias. Tres mujeres de la region le ayudan a contactar a las interesadas, mientras el gestiona lo necesario para el procedimiento a cambio de nada. “Si me quieren dar las gracias me las dan, a mi y a don Erwin; si no, no paso nada. ‘Vayanse tranquilas pa’ su casa y que esten bien’, les digo yo”.
Ricardo fue el encargado de repartir entre 61 hombres las ultimas tierras, adquiridas hace una decada sobre la Serrania de Abibe. Tenian que haber nacido alli y sus compañeras debieron esterilizarse junto a ellos para recibir las tres hectareas y media mas $800.000. Ambas condiciones, asegura, hacen al experimento de Puerto Escondido un exito. Porque en esas montañas, donde siembran tambien platano, ñame y yuca, trabajan con mayor juicio. Sus sumas declaran que 371 hectareas fueron repartidas en todo el departamento a 106 familias a lo largo de treinta años. Otros hombres vasectomizados sin el beneficio de la tierra fueron beneficiados con $1’800.000.
Mientras cabalgaba sobre estas lomas, Ricardo dijo que “hacer daño es tan facil que a veces pareciera que lo mas costoso es hacer el bien”. Ascendiendo por la colina esta la parcela de Anibal David Diaz y Luz Marina Peñas, que se alegran porque terminaran alli su vejez. La finca vecina les pertenece a Marta Cavadia y Pablo Acosta, ambos estan tranquilos porque con esa herencia sus hijos no pasaran miserias. Mas adelante esta la finca El Alivio, de Raul Antonio Quintero y su esposa, Amelia. La bautizaron asi porque desde que la tienen no les toca levantarse de madrugada a trabajar. Atesoran naranjas, piña, coco y maiz. Estan contentos y llenos de vida.