Los signos de la esclerosis múltiple aparecen en la sangre años antes que los primeros síntomas, según un estudio
Un grupo de científicos de la Universidad de California en San Francisco (EEUU) ha descubierto un precursor en la sangre de algunas personas que posteriormente desarrollaron esclerosis múltiple (EM), lo que podría acelerar el tratamiento de los pacientes con la enfermedad. En aproximadamente 1 de cada 10 casos de la enfermedad, el organismo empieza a producir un conjunto característico de anticuerpos contra sus propias proteínas años antes de que aparezcan los síntomas.
Estos autoanticuerpos parecen unirse tanto a células humanas como a patógenos comunes, lo que posiblemente explique los ataques inmunitarios al cerebro y la médula espinal que caracterizan a la EM. La enfermedad puede provocar una pérdida devastadora del control motor, aunque los nuevos tratamientos pueden ralentizar el avance de la enfermedad y, por ejemplo, preservar la capacidad del paciente para caminar.
En un estudio publicado en Nature Medicine, los científicos esperan que los autoanticuerpos que han descubierto puedan detectarse algún día con un simple análisis de sangre, lo que daría a los pacientes una ventaja a la hora de recibir tratamiento. “En las últimas décadas, se ha producido una tendencia a tratar la esclerosis múltiple antes y de forma más agresiva con terapias nuevas y más potentes”, ha afirmado el neurólogo de la UCSF y autor principal del artículo, Michael Wilson. “Un resultado diagnóstico como este hace más probable esa intervención temprana, dando a los pacientes la esperanza de una vida mejor”, ha añadido.
Se cree que las enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple se deben, en parte, a reacciones inmunitarias poco frecuentes a infecciones comunes. En 2014, Wilson unió fuerzas con Joe DeRisi, presidente del Chan Zuckerberg Biohub SF y autor principal del artículo, para desarrollar mejores herramientas para desenmascarar a los culpables de las enfermedades autoinmunes.
Una nueva técnica
Tomaron, para ello, una técnica en la que los virus se diseñan para mostrar trozos de proteínas como banderas en su superficie, denominada secuenciación por inmunoprecipitación con visualización de fagos (PhIP-Seq), y la optimizaron para detectar autoanticuerpos en la sangre humana. PhIP-Seq detecta autoanticuerpos contra más de 10.000 proteínas humanas, suficientes para investigar casi cualquier enfermedad autoinmune. En 2019, lo utilizaron con éxito para descubrir una enfermedad autoinmune rara que parecía surgir de un cáncer testicular.
La esclerosis múltiple afecta a más de 900.000 personas en Estados Unidos. Sus primeros síntomas, como mareos, espasmos y fatiga, pueden parecerse a los de otras afecciones, y su diagnóstico requiere un análisis minucioso de las resonancias magnéticas cerebrales. Los científicos pensaron que el sistema de visualización de fagos podría revelar los autoanticuerpos responsables de los ataques inmunitarios de la EM y crear nuevas oportunidades para comprender y tratar la enfermedad.
Los investigadores obtuvieron muestras del Depósito de Suero del Departamento de Defensa de EEUU, que almacena la sangre extraída a los miembros de las fuerzas armadas cuando solicitan su ingreso en el ejército. El grupo analizó la sangre de 250 pacientes con EM recogida tras su diagnóstico, además de muestras tomadas cinco o más años antes, cuando se alistaron en el ejército.
Los investigadores también analizaron muestras de sangre comparables de 250 veteranos sanos. Entre el gran número de sujetos y el momento anterior y posterior de las muestras, se trataba de “una cohorte fenomenal de individuos para observar cómo se desarrolla este tipo de autoinmunidad a lo largo de la aparición clínica de esta enfermedad”, ha afirmado Zamecnik.
Abundancia de anticuerpos
Utilizando sólo una milésima de mililitro de sangre de cada punto temporal, los científicos pensaron que observarían un aumento de los autoanticuerpos cuando aparecieran los primeros síntomas de la EM. Sin embargo, descubrieron que el 10% de los pacientes de EM presentaba una sorprendente abundancia de autoanticuerpos años antes del diagnóstico. Esta docena de autoanticuerpos seguía un patrón químico similar al de los virus comunes, como el virus de Epstein-Barr (VEB), que infecta a más del 85 por ciento de la población y que, sin embargo, ha sido señalado en estudios anteriores como una de las causas de la EM.
Años antes del diagnóstico, este subconjunto de pacientes con EM presentaba otros signos de guerra inmunológica en el cerebro. El doctor Ahmed Abdelhak, coautor del artículo e investigador postdoctoral en el laboratorio del doctor Ari Green en la UCSF, descubrió que los pacientes con estos autoanticuerpos presentaban niveles elevados de neurofilamentos ligeros (Nfl), una proteína que se libera cuando las neuronas se descomponen.
Las conclusiones
Tal vez, especularon los investigadores, el sistema inmunitario estaba confundiendo proteínas humanas amistosas con algún enemigo vírico, lo que conducía a toda una vida de EM. “Cuando analizamos a personas sanas con nuestra tecnología, cada persona parece única, con su propia huella dactilar de experiencia inmunológica, como un copo de nieve”, ha aseverado el autor principal del artículo. Es cuando la firma inmunológica de una persona se parece a la de otra y dejan de parecerse a un copo de nieve cuando empezamos a sospechar que algo va mal, y eso es lo que encontramos en estos pacientes con EM“, ha indicado DeRisi.
Para confirmar sus hallazgos, el equipo analizó muestras de sangre de pacientes del estudio ORIGINS de la UCSF. Todos estos pacientes presentaban síntomas neurológicos y a muchos de ellos, aunque no a todos, se les diagnosticó EM. Una vez más, el 10% de los pacientes del estudio diagnosticados de EM presentaban el mismo patrón de autoanticuerpos. El patrón era 100% predictivo de un diagnóstico de EM. Tanto en el grupo del Departamento de Defensa como en el grupo ‘ORIGINS’, todos los pacientes con este patrón de autoanticuerpos tenían EM.
“El diagnóstico de la EM no siempre es sencillo, porque no disponemos de biomarcadores específicos de la enfermedad”, ha explicado Wilson. “Nos entusiasma disponer de cualquier cosa que pueda dar más certeza diagnóstica antes, para tener una discusión concreta sobre si se debe iniciar el tratamiento para cada paciente”, ha finalizado.